La mañana se presentaba fresca, y en el GPS
estaban las coordenadas 48º 25´ 35´´ N y 4º 40´ 45´´ O, la carretera estrecha,
en galería, los robles, hayas y castaños
tamizan el sol temprano que se clareaba entre las ramas, el GPS nos
indica que a 200 mts tomemos un desvío, este es un carril de tierra, con
rodadas de tractores, estrecho, aun pensándolo mucho nos atrevimos por el, pero
a unos 300 mts el dichoso aparatito empieza a recalcular, ante esto y notando
que cada vez el camino es peor damos marcha atrás, volvemos a situarnos sobre
la carretera y seguimos adelante y a unos trescientos metros en el margen
izquierdo vemos un claro lo suficiente como para tres vehículos, aparcamos,
y estamos en el punto correcto.
Tomamos la pequeña mochila y la cámara de fotos
y nos adentramos por el sendero, a nuestra izquierda un maizal en todo su
esplendor y a nuestra derecha un lindero formado por una densa arboleda, la
naturaleza se desborda, la tierra se nota fértil y agradecida, el vello de los
brazos se me empiezan a poner erizados, y asomándose por entre las borla del
maíz y recortado sobre un cielo azul con algunas trazas de nubes, aparece la
punta del menhir.
Los dos, solos, en silencio, andando despacio
para interferir lo menos posible en aquel entorno, como si de un templo de
meditación y recogimiento se tratara,
los sonidos del viento en los árboles, el murmullo de las hojas del maíz
rozándose unas con otras, un fondo de
agudos gritos de gaviotas, el olor de la zarza, de la hierba, olor a tierra,
los sentidos agudizados, y el coloso de
piedra va apareciendo ante nosotros con sus ciento cincuenta toneladas.
Como si de alguna fuerza invisible se tratara
los dos nos sentimos empujados a acariciar la superficie lisa del granito, la
piedra no está fría, se siente por todo el cuerpo a la propia Gaia abrazándote, como si de una experiencia
mística se tratara te dan ganas de despojarte de todo, “porque no codiciando
nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.” San Juan de la Cruz.
Nos alejamos y lo vemos en toda su plenitud,
9,5 mts de altura, sin contar la parte soterrada, hace 200 años un rayo le partió dos metros de
la punta, en su origen media cerca de los 12 metros, y uno se pregunta como es
posible que hace 5.000 años un grupo de hombres vestidos con pieles pudieran
transportar 150 toneladas desde aproximadamente dos kilómetros de distancia
hasta la cima de este pequeño montículo, pulirlo, dar forma, levantarlo,
enterrar la base, …es posible que los antiguos
sacerdotes, chamanes, … conocieran la forma de hacer levitar las piedras por medio de sonidos mágicos de frecuencias
desconocidas por nosotros?
Hay una leyenda sobre este menhir que cuenta
que bajo su base hay un gran caldero de oro, y que el menhir como si de un ser
vivo se tratara todos los días 24 de diciembre se desplaza al cercano mar a
beber de sus saladas aguas, no faltaban incautos que esperaban ese momento para
lanzarse sobre la base y buscar el caldero de oro, pero siempre, siempre, antes
de que pudieran salir volvía el menhir a su sitio y claro estos quedaban
sepultados, por lo que el coloso de piedra descansa sobre los huesos de esos
hombres que dieron su vida por la codicia.
Hasta hace unos cien años las parejas que se
casaban de la zona en su noche de bodas se acercaban al claro donde se
encuentra el menhir, para llegar a el se debía cruzar el bosque llamado Bois de
Kervealouz, una vez en el claro se desnudaban y la mujer con su cuerpo desnudo
se frotaba contra una de las protuberancias que tiene el menhir y el hombre de
la misma forma se frotaba contra la protuberancia que tiene opuesta, así el
hombre conseguiría engendrar un hijo varón y la mujer conseguiría el poder de
gobierno en su casa.
Muy a nuestro pesar abandonamos el lugar con la
extraña sensación de haber profanado algo sagrado, como si con nuestra
presencia hubiéramos profanado el Sanctasantórum de los magos de esta antigua
civilización que levantaban tan colosales piedras.
Sobre las borlas del maíz se va divisando.
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El sendero que nos acerca al lugar donde se yergue
el coloso.
Vista del menhir, se aprecia una de las dos
protuberancias que tiene, la otra esta justo en el lado opuesto, algunos
entendidos dicen que representa lo masculino y lo femenino.
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Desde otro ángulo
África, embelesada contemplándolo.
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Yo, junto al menhir, se puede apreciar la
altura del mismo.